viernes, 28 de agosto de 2015

Pintura para un cuadro "La sangre"





Pintura para un cuadro

El Cuadro “La Sangre


Séntose aquel pintor
frente a una pared de lino blanco.
Quiero plasmar con mis pinceles dijo
la más bella pintura de amor
con el más tierno significado.

Pero…¿Cómo he de empezar?
y si bien ¿Cómo he de acabarlo?
No es fácil plasmar colores alegres
cuando el corazón grita de angustia y de quebranto.

Debiera más bien pintar sobre
el odio, las penas y el rechazo
ha sido lo único que me ha dejado la vida
y es lo único que saben pintar mis manos.

Conozco bien el sufrimiento 
y en sinsabores creo que me he graduado.
Si alguien dijo que la vida es como
el viento al garete,
la mía es como una tormente, un huracán,
un horrendo tornado.

No es fácil plasmar en un lienzo
sentimientos tan extraños.

Es más bien querer dilucidar
con pintura emociones y sensaciones
que jamás han sido experimentados
por ningún ser humano.
Es como caminar por un túnel 
obscuro ajeno y ciego de lo que 
pueda haber al otro lado.

Es como volar con fuerza a lo desconocido
y temo que con pintura no pueda describir
lo que en mi se está gestando.

Comenzaré a trazar algunas líneas
al azar, ver si logran formar algo.
Es posible que así me alumbre alguna idea
pues parece que mis sentimientos están bloqueados.

Pero…¿Qué es esto?
Mira lo que mis líneas van formando.
Parece ser una cruz, ¡Si, una cruz!
sobre un monte desolado
y en ella veo a alguien,
a alguien a quien todavía no he pintado.

Me estoy volviendo loco y para colmo
estoy alucinando.
No sé si tenga los colores para expresar algo
tan dulce y a la vez tan amargo.

Esto no era lo que yo quería,
la idea era pintar algo tierno
y lleno de significado.

Mira…ya he pintado una figura
y para colmo ahora le pongo clavos
en las manos, firme de la misma forma
en Sus pies y en su cabeza pinto espinas
que entrelazadas penetran Su frente
atormentándolo.

Dibujo también en Su cuerpo una herida
que parece como si una lanza lo hubiera penetrado.

Tiene de todo está pintura.
Refleja una gran tristeza y aún
así, presiento que le falta algo.

De repente hay una sombra
y se llena de luz mi cuarto.
Mi cuerpo presiente que no estoy solo
y comienzo a sentirme extraño.
Lentamente me voy dando vuelta 
y me pregunto: ¿Quién era el que había extrañado?

Y cuando miro me doy cuenta
que era el hombre a quién yo
había pintado.
¿Cómo llegaste aquí? Le pregunte,
si solo eras una pintura en cuadro.

Más el sonriéndome me miraba
con Su mano metida en Su costado.
Fue en ese momento que mi corazón palpito acelerado.
Me sentí desnudo ante Él
y corrí a cobijarme bajo Su manto
con gran fuerza me abrace a Sus pies
y allí pude ver las heridas que mis manos pintaron.
Subí hasta Su pecho y me abrazo
y rozo mis mejillas y al rozarlas
contemple el gran dolor que 
provocaron aquellos clavos.

Finalmente se dirigió hacia donde
estaba Su figura,
en un lienzo dibujado.

Quitó la mano de su herida y señalo la pintura
con Su dedo ensangrentado y me dijo:
No es la cruz ni la madera
la que a tu cuadro dará significado.
“Es mi sangre, ¡Si mi sangre! 
con la cual a ti yo he comprado.

Puso Su dedo en la pintura
y con Su sangre plasmo “El rojo”
que a mi me había faltado.
Al instante comprendí que era Su sangre
la que agregaba ternura
y amor a mi lienzo no terminado.

De momento caí de rodillas
entumecido mi quebranto.
Alcé mis manos al cielo y dije:
“Cristo Tu me has visitado”.
Luego giré mi rostro
hacia la esquina de mi cuarto
y allí estaba mi cuadro terminado.
Lentamente me acerqué y ví
la cruz, las heridas y los clavos,
con asombro pude ver la sangre en Sus heridas
que yo no había pintado.


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